Increíblemente, diríamos nosotros, el ser humano está históricamente mejor preparado y equipado para hacer frente al frío intenso que para combatir el calor extremo. Es así como, de forma primitiva y extraordinaria, sobrevivió a las glaciaciones, pero tuvo mayores problemas de adaptación evolutiva en zonas más cálidas durante los mismos periodos. El calor extremo, que ahora parece estar cada vez más presente en ciertas partes del globo, representa un gran desafío para la nueva forma de pensar la arquitectura y la construcción en general, en cuestiones de cómo hacer que nuestros edificios sean cada vez más eficientes de forma a contrarrestar estos períodos de calor cada vez más violentos.

¿Las buenas noticias? Tanto la ciencia como la tecnología trabajan a contrarreloj y con urgencia, con el fin de encontrar soluciones innovadoras y eficientes para ganar la guerra a la amenaza que se presenta. Ya se dispone de innumerables métodos nuevos para combatir el calor, aunque el coste de aplicación de dichos métodos y técnicas sea aún en esta etapa inicial, en general, algo elevado:

• Baldosas de terracota superventiladas.
• Sistemas automáticos de humidificación.
• Muros verticales de jardín de hongos, con sistemas de riego de agua reciclada.
• Ladrillos exponencialmente grandes, con características aislantes específicas.
• Sensores de sistemas de calefacción y refrigeración que utilizan energía geotérmica.
• Techos verdes, con vegetación adecuada.
• Jardines interiores con pequeños lagos con ecosistemas propios.

Estas formas de optimizar nuestros esfuerzos de enfriamiento natural son muy atractivas, pero aún se encuentran en una etapa temprana de desarrollo y producción, por lo que incluso su diseño personalizado y mantenimiento significan, por ahora, un desembolso económico considerable.

Pero, ¿la mejor noticia? Ya existen técnicas de arquitectura tradicional que combaten el calor extremo hace muchos siglos. Por ejemplo, a lo largo de la cuenca mediterránea, que normalmente se caracteriza por inviernos algo lluviosos y veranos extremadamente secos y calurosos, diferentes edificios utilizan refinados modelos de refrigeración pasiva en zonas de calor casi insoportable, técnicas de distribución de calor o minimización del esfuerzo energético, y esas son técnicas de bajos costos que conllevan a resultados exitosos.

La “refrigeración pasiva”, por ejemplo, incluye una amplia gama de soluciones específicas destinadas a evitar la acumulación directa del calor y la radiación solar, disipar el sobrecalentamiento, reducir el consumo energético en verano y buscar siempre retrasar la transferencia de calor del medio exterior al interior.

La producción tradicional de edificios en el Mediterráneo ya tiene en cuenta el calor extremo y presenta soluciones que han demostrado su eficacia durante mucho tiempo:

• Construcción de paredes gruesas.
• Orientación del edificio según la brisa marina en verano.
• Utilización de materiales pétreos actuando como masa térmica aislante.
• Paredes gruesas o bien aisladas pintadas de blanco.
• Uso de lugares cavernosos para integrar parte de los edificios.
• División de espacios, si es posible, para aislar las partes más calientes de la casa (por ejemplo la cocina).
• Aberturas adecuadas para favorecer la ventilación natural cruzada.
• Zonas de vegetación interior con aperturas que favorecen la salida del calor.
• Espacios exteriores, patios, terrazas, pórticos que ofrezcan sombra y ventilación natural.

Como se pudo comprobar, ya existen métodos y modalidades constructivas, incluso de posible aplicación en intervenciones posteriores de remodelación, que ayudan a combatir el aumento de las temperaturas, incluso en aquellos casos en los que el presupuesto no es el más amplio. ¡Afortunadamente, la tecnología y la ciencia se juntan a los esfuerzos tradicionales y ya están trabajando en nuevas formas de combatir el mismo enemigo, y poco a poco, con procedimientos cada vez más accesibles, con todas las armas posibles en mano, el ser humano volverá a sobrevivir y progresar!

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